El DsD habló con algunos corresponsales en las provincias de los diarios Clarín y La Nación y de dos agencias de noticias. Todos coinciden en señalar la “falta de respaldo institucional” a la labor de los periodistas, como también el “déficit de infraestructura” que deben afrontar.
La mayoría de los corresponsales trabajan como cualquier otro redactor, aunque no cobran un sueldo fijo, sino por “colaboraciones”. Varios de ellos coinciden en que es prácticamente imposible vivir con el salario que les pagan los medios, por lo que se les hace indispensable buscar otro trabajo.
También muchos de los corresponsales tienen a su cargo la cobertura de “una provincia entera”, es decir, distinta a la situación de Pablo Costa que sólo tenía a cargo la ciudad de Bariloche, o los que se desempeñan en Mar del Plata. “Tengo una provincia entera como jurisdicción, los viajes y todos los gastos los afronto yo. Sólo me reintegran aquello por lo que mando comprobantes y cuyo pago es autorizado por un editor. Afrontamos los gastos de teléfono, Internet y los diarios locales”, le dijo al DsD un corresponsal. Cabe aclarar aquí que todos los profesionales consultados por el DsD pidieron mantener su nombre en reserva, ante posibles represalias de las empresas. Otro señaló que un habitual problema es que trabajan en soledad cubriendo todo tipo de información, “pero cuando hay algún hecho interesante, algo que concita la atención de todos, nos mandan a un periodista de la redacción central, que, la mayoría de las veces, se termina apoyando en nosotros porque no conoce la idiosincracia de la provincia”. Los profesionales consultados se preocuparon por aclarar que esto no va en desmérito del periodista enviado, sino que lo plantean como un “ninguneo” profesional. “El envío de un periodista de la redacción central, en la medida que se trate de un especialista o para reforzar la cobertura del periodista local puede desarrollarse en armonía. Pero es particularmente exasperante cuando se trata de notas de fácil resolución por parte nuestra”, señaló uno de los corresponsales consultados. Todos los profesionales consultados por el DsD, se preocuparon por aclarar que el trato con los periodistas del diario es siempre bueno y cordial, y que desde lo humano sienten que su trabajo es valorado. “El problema se da a nivel institucional, no podemos pelear adecuadamente nuestros sueldos, no nos sentimos respaldados por el diario ante cualquier problema y nunca se hacen reuniones con nosotros para discutir nada. Nos llaman cuando nos necesitan”, señalaron. Uno de ellos añadió: “Ni siquiera nos conocemos entre nosotros” En las redacciones capitalinas admiten que la situación de los corresponsales no es la ideal y con un poco de malicia señalan que “hay algunos que están en su casa navegando por las páginas de Internet de las provincias, leyendo los diarios del interior y viendo los canales locales. Después con eso hacen un refrito y lo mandan”. También añaden que “ahora con Internet, en la redacción central tenemos buena información de lo que pasa en las provincias, por lo que los corresponsales tienen que esmerarse para mandar un trabajo distinto a lo que fluye por la red”. Los corresponsales responden: “Es cierto. Hay algún corresponsal que trabaja de esa manera sin moverse de su casa. Pero la mayoría no es así. Y en todo caso es un problema de los que seleccionan a los corresponsales. Parece que siempre la culpa es nuestra”. En Clarín, por ejemplo, las corresponsalías más importantes (La Plata, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Rosario y Mar del Plata) tienen personal efectivo y contratado. La paradoja es que en algunos casos, los contratados están a cargo de la agencia. Los periodistas consultados por el DsD señalaron que muchas veces la empresa “bolsea” una cantidad de colaboraciones para garantizar un piso mínimo para quienes cobran por colaboración. Otra cuestión que aqueja a estos periodistas es el “puenteo” que algunas veces dicen sufrir por partes de los actores de la realidad local que se encargan de cubrir. Por ejemplo, algunas veces el gobernador de la provincia o un dirigente importante se pone en contacto con un editor de la redacción central, para transmitir una determinada información. El diario puede acceder a hacer la nota y publicarla, sin el conocimiento del corresponsal del medio. Los periodistas destacados en las provincias también aseguran que no se suelen realizar reuniones entre los editores porteños y los corresponsales para discutir pautas de trabajo o para “bajar línea” a nivel editorial. En La Nación pocos recuerdan haber asistido a alguna, mientras que en Clarín se hicieron en forma regular hasta el año 1999 y de ahí en más la modalidad se cortó abruptamente. ¿Cómo lo resuelve el corresponsal? “Con experiencia, intuición y la circunstancial buena onda que exista con los editores”, respondió uno de los profesionales consultados. Un corresponsal de Clarín preguntado puntualmente por el caso de Pablo Costa, respondió que “en cuanto a la doble actividad de los periodistas, la empresa flexibilizó al extremo esta situación. No hay contradicción cuando el periodista trabaja para otro medio privado que no compite con el diario. Es menos explicable cuando la actividad es en la administración pública, en áreas conectadas con la política, por ejemplo. Pero mucho menos explicable es la habilitación implícita de la empresa con editores y jefes que son responsables o participan como socios en consultoras que trabajan con gobiernos y partidos políticos. En todos los casos, llegado a establecerse un conflicto, la empresa afirmara desconocer esa dualidad laboral y la eventual contradicción”. Uno de ellos concluyó que lo que le ocurrió a Pablo Costa “nos podía haber pasado a muchos de nosotros. El tuvo la mala suerte de que en esa situación ‘se le cruzaron los planetas’, es decir, nunca se imaginó que su empresa estaría involucrado en un hecho noticioso que llegó a la tapa de los diarios”.
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